Triste, abandonada.
Se está cayendo encima de mi alma.
Me pide deudas.
Yo no le debo nada.
Entonces insiste
y me aprieta el hombro.
En su abarazo doloroso
intento respirar hondo.
Intento escapar,
girar mi mirada
mientras ella me está
clavando uñas en la espalda.
Y me doy cuenta –
?si ya no pide nada?
Está tan sola, abandonada…
Abro mis brazos
y ella – desconfiada –
tarda en comprender.
Luego no duda nada.
Va y me abraza
y llora en mi pecho.
Más tarde pregunta:
„Tú, por qué lo has hecho?“
Y yo le respondo:
„Mi tarde querida,
Contigo pienso yo
Curar mi herida.“