Todo está oscuro, solo la luz de las velas ablanda la oscuridad. Las cortinas rojas se mueven despacio de un lado a otro. Bailan, se agitan y se retorcen para abrirse enseguida y disfrutar como las bailarinas disfrutan de los flashs de cámaras y de aplauso. Un "flash" atraviesa la oscuridad - un relámpago largo seguido por un aplauso anhelante - un trueno retumbante.
Ha llegado la tormenta. Ha llegado para recordarme que ya no soy una niňa que pueda esconderse debajo de la manta o en la cama de mi abuela. Ahora ya no puedo esconderme ni escapar... Ha llegado la tormenta para recordármelo. Y, aunque me da un poco de pena, se lo agradezco.
Estoy sola en la tormenta. Y no intento huir. Sólo admiro el baile de las cortinas rojas e intento recordar por qué ya no me importa estar sola en una tormenta...