jueves, 7 de junio de 2007

Una noche para mí

Hoy tengo una noche sólo para mí. Qué hago? He encendido las velas, he elegido la música. Voy a descansar. Estoy relajando. Escuchando la música y pensando en cosas bonitas. Solamente en las cosas bonitas. Estoy sentada en el suelo entre los cojines, mirando la pared. Tiene el color naranja. Se está moviendo. Son las velas que le dan el precioso color - el de los últimos rayos del sol. Es como la ría hace unos días. Era preciosa, inmersa en una niebla liviana. El agua no tenía su típico color de plata. Esa vez estaba como una alfombra dorada bordada con hilos rosados - con sueňos, con deseos, con esperanzas.

En mi pared está bailando la luz de las velas. Mi habitación huele a melocotón. Huele a tranquilidad. Aunque el color naranja me pone un poco melancólica. Me recuerda la casa de mis sueňos. Esa también es de color naranja. Daría mi alma al diablo por poder vivir en esa casa porque tiene las vistas al paraíso. Y al atardecer, cuando la ría se viste de su traje dorado y las islas se alzan como las prolas de los barcos olvidados, la casa lo ve todo. Las vistas que tiene esta casa son las vistas de mi corazón. Ojalá pudiera despertarme una maňana, abrir los ojos y ver las islas en un diluvio de la luz pálida de amanecer. Ojalá pudiera observar la valle de Vigo como empieza su nuevo día.

No, estas vistas no las tendré nunca. Por lo menos no de mi casa. Pero las tendré siempre en mi corazón. La ría, las islas, la ciudad y las montaňas... Siempre estarán presentes. Volveré a verlas cuando quiera. Incluso ahora mismo las estoy mirando. Estoy viendo la ría, aunque solamente en la luz de las velas. Y esta noche me siento parte de todo esto. Esta noche la estoy preguntando otra vez a la ría... No quiero saber cuánto echaré de menos a todo esto. Cierro los ojos y disfruto de la tranquilidad. Y no quiero pensar. Porque ya lo sé. Ya sé cuánto te echaré de menos.

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